Al
leer el Convenio del Consejo de Europa sobre la lucha contra la trata
de seres humanos, que se firmó en Varsovia el 16 de mayo de 2005 y que
España ratificó, no he podido evitar detenerme en su artículo 4:
“Artículo 4 – Definiciones
Para los fines del presente Convenio:
a)
La expresión «trata de seres humanos» designa la contratación, el
transporte, el traslado, el alojamiento o la acogida de personas
mediante amenazas de recurrir a la fuerza, recurso a la fuerza o
cualquier otra forma de obligación, mediante rapto, fraude, engaño, abuso de autoridad o de una situación de vulnerabilidad o
mediante la oferta o la aceptación de pagos o ventajas para obtener el
consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra con fines
de explotación. La explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena o bien otras formas de explotación sexual, el trabajo o los servicios forzados, la esclavitud o prácticas similares a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos;
b) El consentimiento de una víctima de la «trata de seres humanos» ante una posible explotación, tal y como se define en el párrafo (a) del presente artículo, se considerará irrelevante cuando se utilice uno cualquiera de los medios enunciados en el párrafo (a);(…)”
La negrita la añade la que escribe…
En
la actual reforma laboral, impuesta por el gobierno del PP, se eliminan
por completo los mecanismos por los cuales el sistema normativo
anterior corregía las desigualdades obvias entre las personas que
contratan y quienes buscan ser contratadas. Esto me hizo sospechar hasta
qué punto puede llegar a ser real que los derechos supuestamente
“adquiridos” e “inalienables” pueden llegar a desaparecer de la noche a
la mañana y hacernos regresar a siglos pasados. Y es que dábamos por
hecho que el avance del tiempo suponía siempre un avance en positivo
hacia un progreso, entendido como la mejora del bienestar general del
ser humano; un avance hacia un mundo donde las injusticias eran cada vez
menos, digamos, “espeluznantes”… Pero, al margen de entrar ahora en el
debate de si ese supuesto avance es o no un espejismo, porque lo ha sido
sólo para un 20% de la población mundial, ese “primer mundo” en el que
nos incluimos; al margen de entrar en qué ha supuesto este avance en el
restante 80% de la población del planeta, cuando se nos vende como
“inevitable” esta nueva forma de entender las relaciones laborales, no
puedo evitar llegar a una conclusión obvia: la mayor parte de la población actual (también en este “primer mundo”) está en una situación de absoluta vulnerabilidad.
Incluyendo a las personas con contrato indefinido. Al margen de la
valía y la capacidad, del esfuerzo y del mérito. Al margen de todo, esta nueva legislación ha logrado volvernos a convertir en esclavos, domesticarnos, someternos y
tratarnos como una parte más del proceso productivo, lejos de tratarnos
como personas, como iguales, hemos pasado a ser “objetos”. Y la única
manera de serlo realmente, de que no podamos “ser un problema” para la
empresa, es asegurarse de que vamos a actuar como objetos, como cosas
que nunca plantearán problema alguno por quejas, disconformidades, etc.
Simple y llanamente nos han quitado la cualidad esencial del ser humano:
ser libre, no tener miedo a “ser”.
Y
mira por dónde encuentro un Convenio firmado por todos los estados
miembros de la UE que lo deja bien claro; vamos, que no es que lo diga
yo, sino que los estados miembros ratificaron que las condiciones
actuales deben ser consideradas como una forma de “trata de seres humanos”. Y además añade que el consentimiento del contratado es irrelevante.
Porque es obvio que cualquiera es capaz de consentir lo que fuere
cuando hablamos de la vida, de poder mantenernos con vida a través de un
salario que sí o sí necesitamos para seguir subsistiendo.
Así pues queda claro que esta nueva legislación promueve explícitamente la trata de seres humanos, la esclavitud, la servidumbre.
Esta nueva legislación rompe del todo la democracia. Esclaviza a más
del 80% de la población que trabaja por cuenta ajena y a su vez a los
miles de profesionales liberales que, para competir con las grandes
empresas, deben de adaptarse a esas nuevas reglas del juego para
intentar lograr la mera subsistencia.
Para
colmo esta legislación quiere hacernos creer que el problema real de la
crisis parte de la antigua legislación laboral. Craso error. Si así
fuera y si tan diferente es nuestra legislación de la de los países
vecinos, ¿por qué están todos también en crisis?, ¿por qué no copiamos
también sus salarios mínimos profesionales, su conciliación laboral,
etc.? Si grave es esta forma de esclavitud, que nos están imponiendo en
pleno siglo XXI, peor es que la situación sigue empeorando a pasos
agigantados, lo que evidencia que éste no es el problema y siguen sin
hacer realmente nada para atajarlo. Siguen sin tomar medidas fiscales
serias para acabar con el mercado negro; siguen sin pedir
responsabilidades a los bancos y Cajas por la debacle que han provocado;
siguen sin recortar en administraciones paralelas y/o “chiringuitos”
llenos a rebosar de estómagos agradecidos; siguen sin decidirse a
fusionar ayuntamientos para que las administraciones sean más eficientes
y menos costosas; ni eliminan agencias absurdas, ni las diputaciones,
ni embajadas de comunidades autónomas, ni racionalizan las televisiones y
radios locales, autonómicas y estatales que en la mayoría de los casos
no ofrecen realmente un servicio público sino que simplemente se han
montado como correa de transmisión partidista y sectaria del partido en
el poder; ni se han tomado las medidas necesarias para que la gente no
se siga quedando sin hogar ante la imposibilidad de pagar una hipoteca;
ni se han eliminado las prebendas de la casta política…; y un demasiado
largo etc.
Con
este panorama, me atrevo a decir que el gobierno actual no va a durar
más de un par de años. Muchos estudios miran de cerca España puesto que
se supone que cuando una sociedad supera el 20% de paro de su población,
el estallido social es inevitable. Y somos “raros” porque aparentemente
“no pasa nada”. ¿Hasta cuándo seguirán tensando la cuerda?, ¿a quién
beneficia todo esto?, ¿tan maniatados están a los mercados que van a
dejar que esto estalle?, ¿a dónde llegan esas ataduras inconfesables que
hacen que estén dispuestos a una ruptura total de la calma social y al
surgimiento de la inevitable violencia que ello supondría?... porque
también cabría pensar que son unos ineptos, poco lúcidos, que no dan más
de sí, pero me temo que esta variable no es la más probable… Entre
tanto, ¿cabría preguntarse si legalmente se podría “impugnar” la reforma
laboral porque contraviene claramente los principios y objetivos del
Convenio del Consejo de Europa sobre la lucha contra la trata de seres humanos?...
Concejal de UPyD en el Ayuntamiento de Granada
Coordinadora de UPyD en Granada
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