De la hipocresía que nos lleva a la progresiva eliminación del Estado del Bienestar
El Banco de España se ha convertido en el observatorio laboral del Estado.
Lejos de dedicarse a garantizar que la banca española no sea un lastre para la
población y que la gestión de la misma no provoque un sangrado constante de las
arcas del país, lejos de haber advertido de la barbaridad que suponía poner al
frente del 52% del sistema bancario, controlado por las Cajas, a ineptos
políticos que se han dedicado a saquearlas con fines partidistas cuando no
personales, lejos de hacer su trabajo, que se ve que no les llena, ahora se
dedican a decidir el sueldo de los demás. Eso sí, aún estoy esperando que
anuncien el recorte de los propios, por aquello de predicar con el ejemplo.
Hace unos meses el Gobernador del Banco de España abogó por una bajada
salarial. Como solución al desempleo y para no perder productividad puso encima
de la mesa “la gran idea”: trabajar por menos dinero. Pero ni una palabra de
qué bajada iba a suponer esta propuesta sobre su propio sueldo. Normal, cuando
Rajoy recortó el año pasado la paga extraordinaria de diciembre en la
administración pública, el decreto dejaba muy claro que las medidas,
supuestamente buenas y necesarias, lo eran para los demás, no para ellos mismos.
Así, se dejaba fuera de este decreto a los cargos electos y al personal de
confianza.
¡Como debe ser en una democracia, dando ejemplo! Hace falta recortar
pero, “casualmente”, siempre a los demás. Y para colmo, en aquellos sitios
donde supuestamente dichos cargos electos en un “alarde de grandeza”, deciden
que se van a aplicar tal recorte, resulta que mienten vilmente porque dicho
concepto, el de paga extra, o no existe o es un ridículo 1% del sueldo, muy
lejos del más del 7% que supone para el resto de los mortales a quienes no les
queda otra que acatar la orden y dar las gracias porque no se aplique a las dos
pagas extras.
Siguiendo con nuestro querido, costoso y poco útil Banco de España, ahora
arremete no ya con los salarios en general, sino que incluso se atreve a
sugerir que se realicen contratos por debajo del salario mínimo, proponiendo
que en determinados casos sencillamente no exista. Se supone que esto también supondría
un aumento del empleo ¡Hombre claro, y también se podía trabajar el doble y
cobrar la mitad! Produciríamos mucho más y las empresas explotadoras en vez de
irse a los países “sin derechos” se quedarían al poder explotarnos aquí. Éste
es el verdadero trasfondo de todo. La política económica llevada a cabo por
unos y otros ha sido el principio del fin. No sólo está en peligro y en
cuestión el Estado del Bienestar, sino que los derechos laborales más básicos
conseguidos durante el siglo XX están eliminándose de manera atropellada. Hemos
sido tan hipócritas que si bien de puertas para adentro éramos supuestamente
muy progres, de puertas para afuera no nos ha importado negociar con dictaduras
en las que los derechos laborales no existen (muchas veces ni siquiera los
fundamentales). Hemos consentido que se explote a otras personas para comprar e
incluso producir marcas europeas y españolas, con el marchamo del supuesto
primer mundo, a precios irrisorios. Recuerdo con vergüenza y estupor los recientes
derrumbe e incendio de dos fábricas textiles en Bangladesh, con más de 500 trabajadores
muertos, que producían para empresas europeas y españolas de primer orden. Hemos
entrado de lleno en un consumismo feroz basado en esa explotación y hemos
mirado para otro lado. Nadie quiso ver lo que eso suponía al margen del más
absoluto y ruin de los cinismos: “pan para hoy y hambre, literal, para mañana”.
Si realmente somos demócratas y apostamos por la justicia social, la igualdad y
los derechos fundamentales mínimos para cualquier ser humano, tendríamos que
haber tratado única y exclusivamente con los países que compartiesen estos
parámetros. El no hacerlo ha hecho que lejos de exportar nuestro modelo
democrático y de bienestar, éste empiece a ponerse en cuestión y que nos veamos
cada vez más abocados a imitar el régimen de cuasi exclavitud de otros países y
que, para colmo desde su púlpito, estos “ilustrados” como el Gobernador del
Banco de España o nuestro Presidente, nos lo quieran vender como inevitable. Eso
sí, sin aplicarse a sí mismos la medicina que recetan… ya se sabe “todo para el
pueblo, pero sin el pueblo”…
Sólo cabe una salida digna, sólo cabe una esperanza: Empezar a
concienciarnos de la necesidad de comprar productos que garanticen unos
derechos laborales dignos, aunque ello implique un mayor coste y exigir a
nuestros representantes a todos los niveles el hacer lo propio. Si no,
seguiremos cavando nuestra propia tumba. Y el agujero ya está casi terminado.
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