martes, 22 de noviembre de 2011

La perversión de la política ha cambiado hasta su significado

Desde que he entrado a formar parte del gobierno de la ciudad de Granada, en mi caso desde la oposición, no he dejado de aprender, y de sorprenderme una y otra vez. Tras seis meses de analizar y evaluar mi entorno he llegado a una conclusión que ya barruntaba de alguna forma antes de vivirla en mis propias carnes y que refuerza aún más mis convicciones en cuanto a la necesidad de una regeneración democrática verdadera.


El término política no sólo está manido, mal visto y mal usado, sino que tal ha sido su transformación que nada tiene que ver con lo que realmente significa. De ahí que se esté incluso hablando y/o poniendo en entredicho “su necesidad”.


Si analizamos lo que significa la política nos daremos cuenta que no es cuestionable en tanto en cuanto aparece cuando hay más de una persona debajo de un mismo techo. La política no es ni más ni menos que las reglas de convivencia que nos damos para que la misma, dicha convivencia, sea lo mejor posible para las partes. Así pues, la política es inherente a la existencia del ser humano en tanto en cuanto somos seres sociales, vivimos en comunidad. ¿Podríamos convivir sin delegar en nadie y que cada persona pudiera decidir por sí misma sobre cada cuestión en cada momento y/o debatirlas con el resto para llegar a un consenso?. Pues entiendo que en sociedades muy pequeñas probablemente sí. Pero en una sociedad como la actual es simplemente imposible. Es por ello que entiendo que la democracia, el partir de que todas las personas somos iguales y todas tenemos derecho a decidir sobre el devenir de nuestra sociedad, sobre cómo gestionarnos y hacia dónde ir, es la única vía posible para convivir de la mejor manera posible. Para ello tenemos que delegar en personas que nos representen, que son, ni más ni menos, que lo que hemos dado en llamar políticos. Desde esta perspectiva, retomando el origen de nuestra forma de funcionamiento y de los por qués del mismo, recuperamos la importancia y la trascendencia de lo que debiera ser no sólo una noble tarea sino que debiera ser de las más respetadas y respetables. ¿Cómo hemos llegado  hasta aquí?. Por una degeneración y transformación creciente del significado de la política, que a su vez ha minado la esencia de la democracia y que ha hecho perder totalmente de vista la esencia de lo que debiera ser esa persona en la que se delega: el político.


Oímos tranquilamente hablar de política y aplicar este término a distintas situaciones y contextos. Es esta aplicación del término el que me ha hecho ver hasta qué punto se ha pervertido su significado. Si alguien empezase a hablar de una mesa refiriéndose a una silla muchos serían los que  les sacaríamos de su error porque hemos decidido “qué es una mesa” y ”qué es una silla” y como hemos aceptado esas dos acepciones y sus diferencias, sabemos perfectamente cuándo alguien se equivoca y aplica el concepto que no es, en función de la situación. Entonces, ¿cómo es posible que nadie hasta ahora, hasta la aparición de UPyD, haya dicho ni pío en cuanto a lo que últimamente se determina con el término política?, ¿cómo es posible que nadie, ningún partido político, ni en los medios de comunicación se haya subrayado esa mala aplicación del concepto “política”?. Porque ha sido un cambio muy lento y ha supuesto un acuerdo tácito paulatino de los viejos partidos al uso por el que muy poco a poco este término ha ido variando de significado. Que la política se haya ido, poco a poco, transformando de buscar la mejor fórmula para convivir a sinónimo de partidismo, de enchufismo, amiguismo, clientelismo, nepotismo, o sea de corrupción, e incluso se haya asumido como una especie de mal menor, algo así como los “daños colaterales” que generase el propio sistema, etc., requiere sí o si de una connivencia entre los partidos. Unos y otros no sólo han ido asumiendo como inevitable esta “deriva” sino que han sido los primeros que “han decidido” que estas son las reglas del juego y unos y otros han participado de esa forma de desarrollar la mal llamada política.


En cuanto llegué a éste consistorio empecé a vivir cómo “todo vale” para desacreditar al otro, para ponerlo en entredicho, para deslegitimarlo; con o sin motivo, cualquier estrategia es buena para conseguirlo. Esto han decidido que quieren que sea “la política”. Y fui mucho más consciente de hasta qué punto somos necesarios también para deconstruir  este malsano concepto que nos ha llevado a este descreimiento, a esta desconfianza y desesperanza ante la situación del enfoque actual de la política. Empecé a entender que las puñaladas traperas, las zancadillas, la tergiversación de la verdad están a la orden del día y unos y otros lo consideran lícito, “normal”. Desde exagerar las cantidades y tantos por ciento de todo (lo cual genera a su vez confusión en la población si quiere entender lo que sucede porque oye de un lado y de otro medias verdades, números que no encajan), a manipular las intenciones “del otro” (siempre visto como enemigo a eliminar a toda costa) ante cualquier medida incluso aunque objetivamente pueda ser catalogada de “buena” con respecto a la ciudadanía (que es en lo primero que debiéramos pensar y para lo que estamos aquí, lo que nos debiera unir, y es sin embargo lo que pasa a un segundo plano por no decir al último). Esta especie de juego nocivo en la que han convertido “la política”, la mal llamada política, hemos de hacerlo evidente y desautorizarlo.


Se ha llegado, en Granada capital en concreto, a tal punto, que los partidos mayoritarios están pendientes de lo que va a opinar el uno para decir justo lo contrario. No son capaces de ponerse en la piel de la gente (que para eso están/estamos) y decidir en función de lo que realmente nos beneficia a la ciudadanía. Hay grandes temas en los que en otras ciudades han sido capaces de aunar esfuerzos distintos colores políticos en pro del beneficio objetivo para con la ciudadanía, pero aquí los unos por los otros, los otros por los unos, desde luego lo que no hacen es facilitarnos la vida. Más bien al contrario.


La bronca por la bronca y la confrontación por la confrontación está  a la orden del día. De hecho consideran que de vez en cuando “es bueno crear tensión social”. O sea que se han olvidado que estamos aquí, quienes tenemos responsabilidades políticas, para hacer la vida más fácil a las personas, no para generar “tensiones”, problemas, dónde no los hay. Como si de un juego de mesa se tratase, han decido mover las fichas con una sola estrategia que nada tiene que ver con luchar por el bien común: derrotar “al enemigo”, como sea. Mantenerse en el poder o llegar a él se ha convertido en el objetivo primero y último de los partidos al uso. No porque crean realmente que tienen el mejor proyecto para nuestra ciudad, en el caso que nos ocupa, no porque estén convencidos de que tienen otras formas de hacer y de ver las cosas que benefician a la ciudadanía, sino porque se han convertido en máquinas cuyo único objetivo es permanecer a toda costa. Las falacias ad hominen abundan; el ataque gratuito y el intentar deslegitimar una argumentación atacando a quien la hace como persona es una de las “tácticas” preferidas. Es realmente vil y ruin en lo que han convertido lo que entiendo debiera ser el noble servicio de la política. Porque debiera tenerse siempre presente que la política es un instrumento al servicio de la ciudadanía, para servir en todas sus acepciones, como vehículo, como instrumento y como actitud. Y eso también se ha olvidado por completo. Así se han conformado estas castas, estas familias que a menudo crecen y prosperan no por estar al “servicio de” sino por “servirse de”. Así se ha ido trasformando el concepto de política hasta el punto que la propia ciudadanía “lo acepta” al menos aparentemente, porque la indignación es el reflejo de que algo se ha roto, de que algo ya no vale en esas formas de hacer, de que ya no tragamos del todo con eso de que ciertas formas son “inherentes a la política” como si de un mal menor se tratase, que tengamos que asumir.


Este sistema intenta fagotizarte desde un primer momento. Para ello es fundamental que asumas las reglas del juego, este concepto de política descrito. Te intentan embaucar con estas perversas formas de hacer tentándote con sus prebendas tramposas (disfrazadas de “normalidad” y una  supuesta lógica que pretende justificarlas), con sus cantos de sirena. Intentan meterte en el mismo juego para que no lo cuestiones. Porque ese es el gran peligro: dejarte llevar y terminar viendo como lícitas y lógicas maneras que nada tienen que ver con lo que es la política de verdad y la democracia.


Desde esta perspectiva me enfadé mucho cuando, en julio de este año, con nocturnidad y alevosía, el partido en el gobierno del ayuntamiento, el PP, decidió recortar las asignaciones a los grupos municipales (esta primera parte es totalmente correcta y lógica y más en los tiempos que corren) y hablaron de “austeridad” cuando en realidad, al leer detenidamente lo que hicieron se trataba de recortar a aquellos que menos tenemos (a UPyD nos quitaban 70.000 euros anuales, a IU 65.000 a PSOE 40.000 y a ellos mismos 6.000…). Reaccioné pensando de nuevo en esos términos dicotómicos que esa mala forma de hacer política nos ha intentado inculcar: “éstos, que son malos malísimos, fíjate de lo que son capaces”… Hace poco he entendido que ellos lo único que han hecho es poner en marcha “las reglas de juego de la política”, de esa mala concepción de lo que es hacer política que han ido creando entre todos y que han terminado asumiendo como natural, como lógica y por tanto aplican sin ningún rubor. Entendí que nuestra labor es fundamental de nuevo, en este caso para no caer en ella, en ese concepto perverso y pervertido de la política, y para evidenciar los daños que implica, pues supone seguir desacreditando la función fundamental que la política con mayúsculas ha de  llevar a cabo y por tanto es una forma de seguir socavando la democracia; por un lado, por ese intento de “aniquilar al otro como sea”, en sí mismo nada democrático, y por otro, paralelamente, de aumentar el desapego ciudadano al comprobar que lo que se hace desde las diferentes instituciones no tiene nada que ver con estar a su servicio, con mejorar la calidad de vida de la gente, sino que se centran en luchar para permanecer “quitándose como sea de en medio a los enemigos”, cual juego de estrategia tipo Risk.


Unos y otros son, por un lado, artífices de este mal llamado sistema político que nos han impuesto y a la vez, víctimas del mismo, al inculcar a las personas nuevas que se acercan a sus filas estas formas de hacer que asumen como naturales, como normales, y que aplican sin cuestionarlas haciendo posible este desarrollo continuo, tremendamente dañino para nuestra sociedad. 

Por eso desde aquí me comprometo a romper esas reglas del juego tácitas, a evidenciarlas, y a dar ejemplo de lo que debiera ser la política desde la filosofía de la cooperación, para que todo funcione de la mejor manera posible, para que realmente, con mi trabajo, pueda influir en positivo en la ciudadanía a la que me debo y a la que debo procurar rendirle cuentas y por la que debo luchar;  a no dar un dato del que no esté segura y si es así señalarlo en todo momento. A no levantar falsos testimonios sobre nadie y a no utilizar jamás como argumentos ningún tipo de falacia. A no criticar algo si me parece bien y reconocer aquello positivo que cualquier otro partido ponga encima de la mesa. A denunciar todo aquello que detecte que está diseñado desde esas perversas reglas del juego para empobrecer la democracia y la pluralidad. A no olvidar que estamos/ estoy al servio de y no al contrario. Y sobre todo me comprometo a dar ejemplo para con él ir cambiando esas malas fórmulas, para que se vayan poniendo en cuestión y los propios partidos al uso empiecen a cuestionarlas. Esta es otra de las grandes revoluciones necesarias en nuestro país. Esta es otra de las variables fundamentales para poder hablar de verdad de regeneración democrática. Podemos hacerlo. Es una cuestión de voluntad, perseverancia, seriedad y honestidad.

3 comentarios:

Manuel Reyes Camacho dijo...

Leer estas cosas es como abrir la ventana para que entre aire fresco. Una delicia tu pensamiento, Mayte. Solo discrep de ti en un aspecto: La política nunca fue mejor que la actual, en mi juventud era aún mucho peor, al que discrepaba lo mandaban al paredón, pero que haya personas como tú a las que no les guste lo que hay es la única garantía de que esto mejorará. Gracias Mayte, por la parte del beneficio que me reportarás como ciudadano.

Anónimo dijo...

Mayte, mucho orgullo de tí - qué fuerza tienes!
Besos de Brasil,
Daniel

Anónimo dijo...

Joder, además de guapa, inteligente. ¿Que mas se puede pedir? Ahms si! q tenga un poco de coherencia. Si es que lo tiene todo.